ES HORA DE TRATAR CON TU “ISMAEL”
“…EL HIJO… [QUE] AGAR… LE HABÍA DADO A LUZ A ABRAHAM, SE BURLABA…” (Génesis 21:9)
Cuando Dios te promete algo y eso no ocurre al instante, es fácil perder la paciencia. Y para empeorar las cosas, generalmente hay alguien cerca que “anota” la promesa, “le pone fecha”, y ¡te la sigue recordando! Cuando eso sucede, empiezas a dudar del Señor y a preguntarte si Él necesita tu ayuda para que llegue a pasar.
Después de que Dios prometiera a Abram que su descendencia se multiplicaría como las estrellas (ver Génesis 15:5), las cosas no ocurrieron muy rápidamente. Así que Abram se puso impaciente y tomó la situación en sus propias manos, engendrando a Ismael con la sierva de su esposa: Agar (ver Génesis 16:1-4). ¡Entonces sus problemas empezaron de verdad!
Cuando llegó su momento, y Dios mandó a Isaac por medio de Sara, su mujer (ver Génesis 21:1,2), los dos niños acabaron viviendo bajo el mismo techo: el mal y el bien, la cizaña y el trigo, creciendo juntos. ¡Ten cuidado! Es posible que seas bendecido en un área de tu vida, mientras que en otra hay un problema creciente que te abrumará si no la tratas.
Un día, Sara pilló a Ismael burlándose de Isaac (ver Génesis 21:9). Esto es lo que pasa si no corriges tus errores; al final “se burlan” de ti y achican tu éxito. Antes que eso ocurra, debes levantarte y decir: “¡Basta ya! Me voy a librar de los obstáculos, hacer un `inventario’ y poner mi vida en orden”. No puedes sobrepasar el problema tan fácilmente cuando se trata de las cosas que amenazan con destruirte. Tienes que tomar una postura. Debes renunciar a que el enemigo mande cualquier cosa a tu vida que socavará la bendición por la cual has estado orando y la que has estado esperando.
“…SARA… DIJO A ABRAHAM: ECHA A ESTA SIERVA Y A SU HIJO…” (Génesis 21:9,10)
Decir: “Échales”, era muy fácil para Sara. ¡Ella no tenía lazos emocionales en el trato! Abraham había criado a este hijo, a quien amaba y que incluso tenía sus rasgos. Pero simplemente por estar dispuesto a tomar responsabilidad sobre tus actos, no significa que no habrán consecuencias duras. Ten cuidado en “dónde te acuestas”; ¡puede que levantarte otra vez no sea tan sencillo como piensas!
Hay cosas en la vida que puedes dejar sin ningún esfuerzo; otras requieren “cada onza de gracia y valor” que tienes. Y es especialmente duro abandonar algo en lo cual puedes verte reflejado; un trabajo que te gusta, la casa donde vives, o una relación a que estás ligado puede ocasionar que quieras mantener las cosas como están. Pero cuando hayas ido lo más lejos posible con tu “Ismael” y estés listo para ver que se cumple la promesa de Dios en tu vida, debes estar dispuesto a renunciar a cualquier cosa que te retenga.
Si te has preguntado alguna vez cómo pudo Abraham soportar sacrificar a su hijo Isaac como holocausto en el Monte Moriah (ver Génesis 22:1-10), recuerda a Ismael. Cuando ya has renunciado algo, es más fácil renunciar de nuevo. Cuando ves a alguien que realmente adora a Dios, seguro que pensarás dos veces antes de llamarlo fanático. Recuerda que detrás del “Aleluya”, a menudo hay un sacrificio. Es posible que -cuando mires a su pasado- encuentres un “Ismael” al que estaba apegado pero que tuvo que sacrificar. ¿Ves un mensaje para ti en todo esto?